Enviado por Veronica Villa el
Por el Grupo ETC
Tanto Estados Unidos como los Emiratos Árabes tienen enorme interés en encontrar una justificación a la continua extracción y venta de sus vastos suministros de petróleo. No es coincidencia que ambos Estados promuevan una controvertida iniciativa climática y de agrotecnología, llamada “Misión de Innovación Agrícola para el Clima (AIM4C)”, en la 26ava Conferencia de las Partes de la Convención Marco de Naciones Unidas sobre el Cambio Climático (COP26 de la CMNUCC), en Glasgow este noviembre.
La premisa espuria en la que se basa AIM4C es que, para convertir la agricultura industrial actual —un enorme problema climático— en una solución futura, el mundo sólo necesita añadir tecnología, es decir, inversiones masivas públicas, privadas y filantrópicas en nuevas tecnologías controladas por las empresas, incluida la llamada agricultura climáticamente inteligente. En el contexto geopolítico actual, esta iniciativa puede ofrecer a los titanes de la tecnología una nueva burbuja de inversión y rehacer la imagen de las grandes empresas alimentarias como "campeonas del clima". Mientras tanto, al vincular la "agricultura climáticamente inteligente" y la alta tecnología con el mercado del carbono, la AIM4C podría facilitar el acaparamiento de tierras y recompensar a los países ricos en petróleo con créditos de carbono agrícola para justificar la continuidad de la producción de combustibles fósiles, todo ello mientras se enriquecen las industrias tecnológicas que hace poco se están posicionando a la vanguardia de la producción industrializada de alimentos.
Presentada por el Presidente Joe Biden en su Cumbre sobre el Clima hace seis meses, AIM4C ha recibido el apoyo de la Fundación Bill y Melinda Gates y de Qu Dongyu, jefe de la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación, en la Cumbre sobre Sistemas Alimentarios celebrada entre mayo y septiembre de 2021. Ha recibido el apoyo de la Presidencia británica de la COP26 y unos 30 países han firmado como socios¹. El grave problema es que AIM for Climate está diseñada para que la financiación para el cambio climático que logre atraer, apuntale los sectores de la agricultura industrial. AIM4C no busca mantener los combustibles fósiles en el suelo, ni apoyar las prácticas agroecológicas que han probado ser la vía más fiable para reducir las emisiones de carbono.
Los Estados petroleros marcan el camino
Ningún Estado petrolero ejemplifica el uso extravagante de energía fósil mejor que los Emiratos Árabes Unidos (EAU). Desde la montaña de nieve artificial de 85 metros de Ski Dubai hasta los extensos centros comerciales y turísticos con aire acondicionado, el reino del desierto no está reduciendo sus emisiones de carbono a corto plazo. Mantener el suministro de alimentos en el desierto es un reto, por lo que los Emiratos también vuelcan su riqueza petrolera y sus recursos energéticos en la importación de más del 90% de su comida, una situación que los distancia totalmente de la búsqueda de soberanía alimentaria y justicia climática que los movimientos sociales reclaman con tanta urgencia.
Si bien el rol de Estados Unidos en la promoción de la agricultura climáticamente inteligente no sorprende, no debe subestimarse el papel de los Emiratos como socio principal en esta “misión de innovación agrícola”. Como país desértico con importantes intereses en el sector de los combustibles fósiles, los Emiratos tienen décadas de experiencia en sortear la contradicción entre el riesgo climático para los sistemas alimentarios y sus principales intereses económicos. Desde hace algún tiempo, han apostado fuertemente por la tecnología agrícola de punta, usándola al máximo para asegurar sus intereses en las cadenas alimentarias mundiales. Al depender tanto de los alimentos importados, las inversiones de los Emiratos en drones, granjas verticales, agricultura digital, producción de proteínas alternativas y biotecnología para aumentar la producción de alimentos parecerían comprensibles, pero en su agenda hay mucho más.
El proyecto “Food Tech Valley” de los Emiratos Árabes Unidos en Dubái, lanzado en mayo de 2021 es el ejemplo de esta agresiva inversión en agrotecnología. Su objetivo es triplicar la producción de alimentos de los Emiratos y convertir la “ciudad inteligente” de la tecnología alimentaria en un destino mundial para las empresas de tecnología agrícola y startups. El embajador de los Emiratos en Canadá la describió como “una ciudad moderna integrada que desarrolla proteínas alternativas, crea cultivos resistentes a la sequía y utiliza tecnología 3D y robots para sostener la producción de alimentos, crear súper alimentos y dar enfrentar los retos alimentarios mundiales”.
¿Cambio de imagen?
AIM4C surge justo cuando cada vez más activistas y responsables políticos del clima reconocen que la cadena alimentaria industrial debe desmantelarse, comenzando por los agrotóxicos basados en los fósiles hasta los feedlots productores de metano y el desmonte de monocultivos, por ser un enorme obstáculo para la justicia climática. La AIM4C está diseñada para desviar esta creciente marea de preocupación, presentando al agronegocio como un nuevo héroe que utiliza una deslumbrante gama de herramientas de alta tecnología para rescatar a los sistemas alimentarios mundiales del colapso climático.Eso puede sonar atractivo para los fans de la tecnología, pero cuando se trata de una acción climática significativa, AIM4Climate es una pista falsa que otorga aún más poder a los inversores privados y los gigantes de la agroindustria. Al hacerlo, desvía recursos de las iniciativas de agroecología y soberanía alimentaria lideradas por pueblos y organizaciones, que han demostrado reducir las emisiones y dar a las comunidades el control sobre sus alimentos, tierras y medios de vida.
Los costos climáticos de la agricultura digital
La AIM4C pretende inaugurar una nueva era de agricultura climáticamente inteligente enfocada en la “precisión”. En teoría, esto significa que los cultivos estarían continuamente monitoreados con sensores e imágenes de satélite, lo que permitiría que desde la nube se tomaran decisiones, mediante inteligencia artificial (AI), sobre la cantidad de pesticidas y fertilizantes que los agricultores deben utilizar, todo ello mediante un flujo continuo de datos en tiempo real. Sus promotores afirman que este tipo de agricultura basada en datos reduciría el uso de pesticidas y fertilizantes, permitiría tomar decisiones que aumenten la captura de carbono en el suelo y, por tanto, conduciría a una reducción significativa de la cantidad de emisiones de carbono de la agricultura. Igual que con los cultivos transgénicos y los biocombustibles, estas promesas tan ocultan los verdaderos costos energéticos, sociales y ecológicos que implica transformar la producción global de alimentos en un sistema alimentario digital.
El hecho es que el almacenamiento y la transmisión de datos requiere grandes cantidades de energía, lo que se traduce en emisiones de carbono. Y en lo que respecta a los datos agrícolas, en su versión masiva o Big data, requieren enormes cantidades de energía. Bayer (que absorbió a Monsanto) presume tener actualmente más de 69 mil millones de datos para su “app” agrícola. La empresa ha calculado que sus sensores en los equipos de cosecha recogen hasta 7 giga bits de datos por hectárea. Un cálculo aproximado sugeriría que la recopilación de datos de los campos de maíz en Estados Unidos gastaría 3,300 millones de kilovatios/hora de energía (es decir, 3.3 teravatios/hora), aproximadamente el consumo anual de electricidad de una nación de África occidental como Senegal. Dado que las zonas rurales requieren sistemas 5G e inalámbricos de alto consumo energético, e implican más kilómetros para transportar los datos, probablemente estos cálculos de consumo energético sean muy bajos.
Además de lo costoso de la recopilación de datos, el análisis de éstos mediante sistemas de AI es tiene también un pago muy alto en términos energéticos. La revista Wired informó recientemente que enseñar a una mano robótica a manipular un cubo de rubik requirió más de mil laptops, además de una docena de máquinas con chips gráficos especializados que realizaron cálculos intensivos durante varios meses, y puede haber consumido unos 2.8 gigavatios/hora de electricidad, lo que equivale aproximadamente a la producción de energía de tres centrales nucleares durante una hora. La agricultura digital implicaría enseñar a los sistemas de IA y a los robots a identificar los cultivos en todos los estados de crecimiento y enfermedad, recoger, rociar, desherbar, empaquetar, seguir, ordeñar y manipular los cultivos y el ganado, tareas que son mucho más complejas y variables que manipular un cubo de rubik.
Controlar los datos, controlar las parcelas
La agricultura digital supone administrar y tomar decisiones mediante procesos digitales, lo que repercute en todos los aspectos de la cadena alimentaria. Permite a los gigantes de los datos y a las empresas de servicios web un control cada vez mayor, ya que pueden utilizar la información de los sensores de las parcelas, fincas o granjas para “orientar” las decisiones de los agricultores sobre sus cultivos. Los titanes digitales y pueden vender esos datos a las empresas de gestión de inversiones como Blackrock, quienes en turno los aprovechan invirtiendo en los cultivos más rentables.
El aumento de la mecanización y la digitalización plantea enormes retos a los trabajadores de la cadena alimentaria. El futuro que promueve la AIM4C evoca una agricultura sin agricultores y, desde luego, sin trabajadores agrícolas. Al igual que los almacenes de Amazon, la digitalización ya existente en las explotaciones agrícolas hoy, obliga a los trabajadores a trabajar más rápido y más duro que antes. O simplemente los sustituye. Con la agricultura de precisión que recibirá fuertes inversiones a través de AIM4C, los agricultores serán aún más vigilados y controlados, y recibirán salarios más bajos, según ha ocurrido en otros sectores industriales que abrazan la digitalización. Sus condiciones laborales serán aún más precarias y tendrán altas tasas de lesiones y muertes.
Diseñando la ilusión del secuestro de carbono
La “agricultura climáticamente inteligente” se promueve con bombo y platillo a partir de técnicas y cultivos transgénicos que supuestamente pueden capturar y almacenar carbono adicional en el suelo. Esta es otra peligrosa distracción, basada en la muy cuestionable hipótesis de que ciertos cultivos pueden almacenar grandes cantidades de carbono en el suelo a largo plazo. De hecho, cada vez hay más pruebas de que la cantidad de carbono que puede almacenar el suelo es limitada y sólo se conserva temporalmente.
Más allá de la preocupación por el clima, los promotores de AIM4C quieren que la iniciativa se integre al mercado mundial del carbono. Consecuencia directa será que la agroindustria intente inundar los territorios con enormes monocultivos “climáticamente inteligentes” y digitalizados para ganar dinero mediante la venta de créditos de carbono. Esto requerirá extensiones de tierra cada vez mayores, lo que podría llevar a que se arrebaten más tierras de forma ilegal a los agricultores en pequeña escala y a las comunidades silvícolas, ya que las explotaciones industriales compiten por vender créditos de carbono potencialmente valiosos.
Mediante la ingeniería genética de cultivos “que en teoría pueden almacenar más carbono, la agricultura industrial podría obtener aún más control sobre las semillas, los productos químicos y otros recursos biológicos al otorgar derechos y patentes a las empresas transnacionales. Sin embargo, son estas empresas y sus asociados quienes han aumentado la uniformidad genética dando lugar a un mayor uso de agrotóxicos, y son quienes han destruido los suelos y la biodiversidad. Estas prácticas ya han provocado la aparición de supermalezas que pueden acabar con el sustento de los agricultores. Si se hace realidad, la visión de la AIM4C amenazaría la seguridad alimentaria de comunidades ya vulnerables, tanto a nivel local como mundial.
La AIM4C apuesta a que se demore lo más posible la reducción real de la producción y quema de combustibles fósiles al tiempo que intenta a sacar provecho de la crisis climática. No busca utilizar las inversiones que reciba en fomentar prácticas que realmente reduzcan las emisiones y nuestra dependencia de los combustibles fósiles. Al igual que con los biocombustibles, la AIM4C está explotando la emergencia climática para fortalecer los intereses de la agroindustria en los Emiratos Árabes Unidos, en Estados Unidos y más allá. Es una iniciativa que promete transformar nuestros sistemas alimentarios globales mediante el control digital y empujarlos en una dirección que llevaría al desastre climático y de toda la humanidad.
Por otro lado, invertir en agroecología, soberanía alimentaria y agricultura no industrial puede maximizar la limitada capacidad del planeta para almacenar carbono en el suelo sin los enormes aportes energéticos adicionales que requiere la agricultura digital. La transición de la agricultura industrial a la agroecológica es una ruta mucho más viable para reducir las emisiones causadas por la agricultura.
¹ Países que han suscrito la iniciativa:
Australia, Bangladesh, Brasil, Burkina Faso, Colombia, Dinamarca, Emiratos Árabes Unidos, Filipinas, Finlandia, Georgia, Ghana, Honduras, Hungría, Irlanda, Israel, Japón, Kenia, Lituania, Marruecos, México, Nueva Zelanda, República de Corea, Rumanía, Singapur, Suecia, Ucrania, Uruguay y Vietnam.