Enviado por ETC Staff el
Al tiempo que los alimentos transgénicos fueron lanzados al mercado como "la solución al hambre en el mundo", la primera generación de transgénicos nos planteó la pregunta de si quienes hacían este anuncio pensaban que el mundo se podría alimentar de agrotóxicos. En efecto, pese a pomposas declaraciones tanto de la industria biotecnológica como de algunas academias de ciencias, más de 70 por ciento de los cultivos transgénicos sembrados hasta este año fueron modificados para ser resistentes a químicos de las propias compañías, aumentando el nivel de estos químicos tanto en el ambiente como en los residuos que permanecen en los alimentos. Más de 25 por ciento restante han sido "cultivos-insecticidas", manipulados usando hasta límites inimaginables algunas pocas cepas de una sola bacteria -el bacillus thuringiensis o Bt- lo cual, como era lógico, produjo en poco tiempo resistencia en los insectos que se suponía iba a combatir, creando necesidad de más químicos en lugar de lo contrario, como prometían las multinacionales que lo comercializan.
Por si la propia inefectividad del cultivo no alcanzara, varias universidades -Cornell en el 99 y Iowa este año- demostraron además que la presencia de la toxina de esta bacteria afectaba también a las larvas de otros insectos, como la mariposa monarca, a través del polen diseminado. Sin embargo, el escándalo de mayores proporciones de esta accidentada industria salió a la luz cuando grupos ambientalistas de Estados Unidos comprobaron en septiembre de este año que la variedad de maíz Bt Starlink, comercializada por Aventis Crops Sciences -la segunda compañía agrobiotecnológica mayor del mundo y una de las cinco que controlan 98 por ciento del mercado mundial de transgénicos-, contenía una toxina insecticida (Cry9c) no autorizada por el gobierno de Estados Unidos para el consumo humano, por las reacciones alérgicas que ésta podía provocar. Se encontró en una serie de productos de consumo humano que ya estaban distribuídos no sólo por todo EU, sino en muchas otras partes, incluso recientemente se ha detectado en Japón y Corea.
Silvia Ribeiro
Publicado en La Jornada, México, 23 de diciembre del 2000