Hasta en la leche

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Silvia Ribeiro*

En abril 2014, se encontraron por primera vez residuos de glifosato –el agrotóxico más usado del mundo­– en la leche materna de madres en Estados Unidos.

Se suma a otros impactos comprobados, causados por los grandes volúmenes de agrotóxicos que conllevan los cultivos transgénicos, entre ellos: mayores niveles de residuos en alimentos y en agua potable, aumento de cáncer y otras dolencias en poblaciones aledañas al cultivo, residuos de agrotóxicos en leche materna, orina y sangre en Argentina y Brasil, residuos de glifosato en agua potable y orina de habitantes de varias ciudades en Europa. En 2010, estudios científicos conducidos por el Dr. Andrés Carrasco, ex presidente del Conicet, Argentina, mostraron a partir de estudios con anfibios, que el glifosato tiene efectos teratogénicos (deformaciones en fetos y neonatos).

El glifosato es el herbicida más usado del mundo debido a que la soya transgénica, y la mayoría del maíz, canola y algodón transgénico (que son el 99% de los transgénicos sembrados comercialmente en el globo) son manipulados para ser resistentes a este agrotóxico.  

El tema de los impactos a la salud está tomando proporciones epidémicas. Aunque el glifosato y otros agrotóxicos se usaban anteriormente en cultivos convencionales con aplicación de químicos, la manipulación genética para hacer cultivos tolerantes causó el aumento exponencial de su uso, con fuertes impactos de salud y ambientales, además de afectar negativamente producciones muy necesarias y saludables como la apicultura.

Las pruebas de residuos en leche materna en Estados Unidos fueron una iniciativa del movimiento Moms Across America (Mamás a través de América) y la organización Sustainable Pulse, preocupados por la alta difusión del tóxico y porque no podían lograr que las instituciones de salud hicieran este tipo de test.  De 10 muestras proporcionadas por madres de distintos puntos del país, se encontraran residuos de glifosato en tres de ellas. Las organizaciones creen que con pruebas más sensibles, los resultados serían aún mayores. Los niveles encontrados son de 760 a 1600 veces superiores a los permitidos por la directiva europea, pero sin embargo  están por debajo del nivel máximo de residuos en agua autorizado por la Agencia de Protección Ambiental de EU (EPA).  El límite permitido por EPA asume que el glifosato no es bioacumulable, lo cual ha sido el discurso de los fabricantes de veneno por muchos años.  El científico de Monsanto Dan Goldstein, afirma que “en caso de ingestión, el glifosato se excreta rápidamente; no se acumula en la grasa ni en los tejidos y el cuerpo no lo metaboliza, sino que es eliminado a través de la orina sin sufrir ningún cambio”.

Sin embargo, la presencia en leche materna indica que el glifosato se acumuló por largos períodos de tiempo. Estudios anteriores habían mostrado presencia de agrotóxicos en leche materna en Brasil y Argentina (INTI, 2013, Pignati et al, 2013) pero este es el primer estudio enfocado a glifosato en Estados Unidos.  En el estudio realizado en Brasil, en el Municipio Lucas do Rio Verde, en Mato Grosso, uno de los estados de producción intensiva de soya transgénica, se encontraron residuos de varios agrotóxicos en todas las muestras de leche materna, así como residuos de glifosato, piretroides y organoclorados en la orina y sangre del 88% de los maestros analizados en escuelas del municipio.

Estudios publicados por científicos noruegos, analizaron la diferencia de composición de soya transgénica, soya convencional cultivada con glifosato y soya orgánica.  Solamente la soya transgénica contenía altos residuos de glifosato y también de AMPA (ácido aminometilfosfónico) un derivado tóxico de la degradación del glifosato.  Muestran además que la norma legal de residuos permitidos de glifosato fue aumentada entre 50 y 200 veces en varios países, inclusive en Europa, no porque hubiera datos científicos que lo motivaran, sino simplemente porque de lo contrario la soya transgénica y muchos alimentos que la contienen quedarían fuera de la ley. Señalan también que las evaluaciones de toxicidad de los gobiernos se hacen sobre el ingrediente activo –glifosato- pero las formulaciones comerciales (RoundUp , Faena, Rodeo, entre otros) incluyen coadyuvantes y surfactantes que aumentan su toxicidad. Éstas sustancias en muchos casos ni siquiera se declaran en los contenidos. (Bøhn, Cuhra et al; Annett et al, 2014).
Con los transgénicos, el glifosato se empezó a aplicar masivamente en fumigaciones áreas, lo cual impacta gravemente a las poblaciones aledañas a las siembras, incluso urbanas, como es el caso del Barrio Ituzaingó en Córdoba, Argentina. En ese país, tercer productor mundial de transgénicos, en varias provincias donde se ha extendido la siembre de transgénicos, se han reportado en la última década un aumento enorme (hasta 400 por ciento) de casos de cáncer, abortos y malformaciones de bebés.

Estas aplicaciones masivas significaron además que actualmente hay más de 20 hierbas invasoras que se hicieron resistentes al glifosato, por lo que la nueva generación de transgénicos que esperan ser aprobadas, son semillas tolerantes también a glufosinato, dicamba o 2,4-d, todos aún más tóxicos.

Gracias a Monsanto, Syngenta y unas pocas más transnacionales de transgénicos, nuestros cuerpos están contaminados y nuestros bebés ingieren tóxicos desde el primer día de vida.  Es hora de prohibir este perverso experimento.

 

*investigadora del Grupo ETC

Publicado en La Jornada, México, 3 de mayo de 2014